El metal bajo sus pies tembló.

Isabella alzó el puño.

Sebastián y Rayan se detuvieron detrás de ella.

Pero frente a ellos, un pasillo angosto de aleación negra vibraba con una energía invisible.

—Detectores sísmicos —murmuró Rayan, escaneando con su visor táctico—. Están camuflados bajo la estructura del suelo. Si corremos, nos identifican.

Sebastián respondió mientras ajustaba su rifle de impulsos.

—Entonces no correremos.

Pero si nos encuentran… no pensaba quedarme quieto. — dijo agitado.

Isabella asintió, con la mirada fija en el fondo del pasillo.

Había luces tenues azules, parpadeando… y un murmullo lejano.

Como voces… metálicas. Descoordinadas.

Una IA rota. O… algo peor.

—Avancemos.

Cruzaron una compuerta presurizada con un código que Isabela desencriptó en segundos.

La habitación estaba llena de cápsulas de criogenia.

Dentro de ellas, cuerpos, de experimentos. Algunos con sign