Capítulo 32. Como un nervio expuesto
Joseph sonrió, porque la niña estaba convencida que él tenía una pierna biónica de pirata.
—Emily, mi pierna está bien, no es robótica o de madera, aunque si es fea, ¿no te importa?
La niña negó con la cabeza.
— ¿Puedes ir conmigo como si fueras mi papá?
—Si tú quieres.
Emily afirmó y se paró como resorte de las piernas de su madre.
Joseph vio a su alrededor, no había más que conocidos, era una playa privada, confió en que todos sabían de su accidente y quizás ninguno se quedaba mirándolo demasiado.
No lo analizó más, le pareció que era peor quedarse allí solo mirándolos con una niña triste y no pudo dar media vuelta e irse como hubiera hecho antes.
Porque ahora era distinto, Paola era su esposa y Emily su responsabilidad y él era un hombre responsable.
Así que se quitó la camisa y pantalones, tenía una short de neopreno porque planeaba nadar más tarde cuando nadie lo viera; el short llegaba a medio muslo y ocultaba bastante sus peores cicatrices, aunque si ponían atención se notaba