Capítulo Once: Callejón Sin Salida

La simpleza que posee el techo de láminas es abrumadora para nosotros en este momento donde queremos hallar la respuesta en él. Taris tuvo la osadía de ensañarnos qué somos, qué valemos, y ahora me come la cabeza no saber por qué murió, desconocer el culpable del hueco su mano

Junto a mí está Feicco cubriéndose los ojos con el antebrazo. Ha estado mal, incluso más que yo, jamás lo vi así, ni siquiera el día que sus abuelos murieron. Toco su hombro para sacarlo de esa nubesita de pensamientos.

—Me arrepiento haberme callado esa tarde en el porche —se vuelve hacia mí descansando su cara sobre el antebrazo—, la odié durante años por los motivos más estúpidos —levanta su mano y la mira—: una manzana.

»Usó la fruta como recurso literario, era una literata, era de esperarse. Dijo que nadi

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