Mundo ficciónIniciar sesiónLlevo a mi hijo a su clase y al regresar me voy a mi habitación, me deshago de este atuendo ridículo y me meto a la ducha, lugar en el que me permito llorar de nuevo. Ahí mis lágrimas se confunden con el agua que cae.
Al salir de la ducha me pongo solo mi bata de baño. Me veo al espejo mientras cepillo mi cabello. Me observo con detenimiento, no puedo no compararme con esa mujer. En definitiva, no tenemos comparación al lado de ella. Soy tan insignificante, ella es muy hermosa, joven y seductora, esa cabellera larga y oscura la hace lucir espectacular. ¿Cómo no va a estar loco por ella?
Eso y mil pensamientos más llegan a mí y no sé si esto está bien, si solo sea a mí a la que estas cosas la atormentan o si todas las que han vivido un engaño piensan lo mismo, ¿si también se comparan con las amantes de sus maridos? ¿Si también se han sentido nada ante ellas? ¿Si también han hasta entendido que ellos estén con ellas por lo bellas que son? ¿A alguien más le ha pasado? ¿O solo soy yo la que se está torturando y muriendo por esto?
Quisiera ya no llorar, pero es imposible. La rabia e impotencia me están torturando, quisiera tener un poco de valor y valentía para ir a matarlo con mis propias manos. Los recuerdos de todo eso que yo creí era amor, se están derrumbando ante mis ojos y duele, duele mucho.
Duele saber que nunca fuiste esa mujer especial que creías que eras, esa mujer que a pesar de no ser tan espectacular había logrado el amor, duele saber que solo has sido su burla. Que solo soy una sirvienta en su casa, una mujer que solo sirve para hacer la comida y cuidar de sus hijos y nada más.
Me visto y bajó a preparar la cena que ordenó. Al llegar mi hijo, hacemos la tarea y al dar las ocho, él llega como si nada. Yo actué como si fuera un robot; como era de esperarse, él solo ordena y se sienta a ser servido como si fuera un dios.
No saben cuántas ganas, tuve de tirarle la sopa hirviendo en la cabeza, de atravesarle el cuchillo por la espalda, así como él me ha apuñalado a mí. Pero me contuve y actué como si nada, y él como el dueño y señor.
No noto mis ojos rojos e hinchados, ni ha volteado siquiera a mirarme y claro cómo está indignado y dolido porque no firme sus documentos, actúa como si fuera mi víctima otra cosa que tengo que aguantarle.
Mi hijo termina de cenar y sale como siempre, huyendo de su padre, huye de sus exigencias, de su perfeccionismo, de esa soga que siempre pone en todos, esperando que ante eso nos rindamos ante él y cumplamos al pie de la letra sus deseos.
Cuando termina su cena, se levanta y va a su despacho, no es capaz de ni siquiera levantar la servilleta que cayó al piso cuando se levantó, claro como un dios se rebajaría a hacerlo cuando tiene aquí a su sirvienta que tiene que hacerlo por él.
Recojo la mesa, lavo los platos y dejo listas las cosas para el desayuno de mañana, porque eso sí, no fue bueno para siquiera despedirse, pero sí para mandarme su menú por mensaje. ¡Idiota!
Trato de controlar esta rabia que siento que me hará estallar y solo hago lo que me toca, solo que al terminar no voy en su búsqueda, no voy a ver que más se le ofrece al señor como es costumbre, esta vez no será así, las cosas tendrán que cambiar, aunque sea poco a poco, sé que para ustedes puede ser nada, pero el que no vaya a ponerme de tapete ante él es algo que jamás ha pasado y que estoy segura lo enfurecerá.
—¿Ya te viniste a dormir? —Cuando estoy por apagar las luces de mi habitación, él entra preguntando en tono molesto.
—Sí —Es lo único que digo y me meto en la cama.
—Ni siquiera te fuiste a despedir, tengo trabajo y quiero un café para despejarme —Lo ven, esto no es algo normal y el señor aún tenía exigencias.
—La cafetera está prendida, solo es cuestión de que lo sirvas —. Le respondo lo más tranquila que puedo, pero la expresión que hace me asusta no lo negaré.
—¿Qué yo lo sirva? ¿Es que acaso estás enferma, que ni siquiera puedes servirle un café a tu esposo? ¿O es que es más importante venirte a la cama mientras yo sigo matándome, trabajando?
—No estoy enferma y no creo que servir una taza de café te canse mucho. Yo también estoy cansada y quiero descansar.
—¡Ha! ¿Descansar? Claro, debes estar tan cansada de estar en casa sin nada que hacer, discúlpame por molestarte. Definitivamente, las cosas en esta casa están muy mal, nadie me tiene ya siquiera un poco de respeto y mucho menos parece que merezco un poco de atención, no importa que me mate trabajando por darles lo mejor —Matarse trabajando, si como no, matándose, pero en el escritorio con la mujer esa, es lo que quisiera gritarle.
—Nadie te ha faltado al respeto y se te atendió como siempre, si por una taza de café piensas diferente ese no es mi problema, ahora si me disculpas quiero dormir —Digo ante su mirada expectante por mi atrevimiento que se queda un momento en silencio, es algo que no esperaba que yo le dijera y para ser honesta ni yo imagine y no entiendo que me ha dado valor. Bueno, sí, la rabia de su engaño, pero aun así él es tan imponente que les juro atemoriza.
—Bien, te dejaré dormir, pero estoy no lo voy a olvidar y mucho menos te lo perdonaré. Y no es por el café, es por la falta de atención, por la falta de tu afecto. No sabes cómo me has lastimado ayer tu desconfianza y hoy esto. Esas actitudes solo dejan claro que ya no me amas y me duele. ¿Sabes? En verdad me duele.
Sin más sale, con su pose de hombre dolido, yo tomo las sábanas con rabia ante su cinismo, su desfachatez. ¿Cómo puede actuar también? Pero qué idiota soy si lo lleva haciendo hace años. Hace años que vive fingiendo ante mí, si deberían de darle un premio como él mismo se lo dijo a su amante, pero por ser tan buen actor, un Óscar, es lo que merece.







