No puede hacer nada, no puede evitarlo, se sintió como si quisieras que te sacaran una muela y al mismo tiempo que no, tal vez por el dolor o porque realmente extrañarías tu diente y sentirías que te hace falta algo.
Así era mi situación y Aitor era la muela.
Deseaba que se largara para alejarme de todos estos sentimientos que no me hacían nada bien, pero mi estúpido corazón decía “que se quede” y como soy demasiado influenciable, accedí.
Contemplé cómo mis futuros e inalcanzables suegros salían por la puerta, despidiéndose con un abrazo de su único hijo.