Los reflectores iluminaban su rostro, exponiendo su pánico sin remedio, ni siquiera Carlos podía ayudarla a disimularlo.
Silvia sonrió levemente y dijo:
—Fátima, en tu propia boda montaste ese gran espectáculo de rasgar el acta de matrimonio y las fotos de boda. Estas noticias de los últimos días también fueron obra tuya, ¿verdad? Incluyendo sobornar a gente para que viniera a amenazarme deliberadamente.
—¡Estás calumniándome! Jamás hago ese tipo de cosas sucias. Señorita Somoza, realmente no sé en qué la he ofendido. ¿Solo porque me casé con Carlos no debería tratarme así? Ya tienes a Daniel, ¿por qué insistes en hacerme esto? ¿De qué te sirve arruinar mi reputación?
Mientras hablaba, las lágrimas ya corrían por su rostro, como si hubiera sufrido una gran injusticia.
—Oficiales, no los retrasamos más en su trabajo. Llévensela de una vez —dijo Daniel con rostro frío.
Se llevaron a Fátima, y antes de irse quiso agarrar a Carlos:
—¡Carlos, tienes que creerme!
En la conferencia de prensa