Las palabras de Silvia habían funcionado: el irritante golpeteo en la puerta finalmente cesó, seguido por el sonido del ascensor. Por fin, Carlos se había marchado.
Fátima llevó a Carlos de regreso a casa y lo arrojó sobre la cama.
Ya no podía contener su furia. ¡Había pasado semejante vergüenza frente a esa mujer!
Seguramente Silvia estaría regodeándose ahora.
Pero ella no se daría por vencida. ¡Carlos era suyo!
Días después, envió su artículo terminado a la Revista de Psicología. Probablemente tendría que esperar una semana o más para recibir noticias.
Mientras garabateaba en un papel, apareció una ventana publicitaria en su computadora. Eran noticias otra vez. Estaba a punto de cerrarla cuando apareció el rostro de Daniel.
Daniel estaba siendo entrevistado. En la pantalla se veía apuesto y distinguido, sereno y discreto, pero irradiando confianza y carácter en cada gesto.
No pudo evitar recordar lo que él había dicho en la fiesta de cumpleaños, sus palabras sobre gustar de ella.
Su