Capítulo 72

Agradeció a sus padres por haberle dado un corazón tolerante, que le permitía soportar las tonterías de Knut sin perder los nervios.

Con un suspiro, tomó a Knut de la mano y lo hizo sentarse de nuevo. Luego, le mostró el anillo.

—Deja de comportarte como un niño de cinco años y ponme el anillo.

Knut frunció el ceño y apartó la mirada.

—No me gusta ese anillo. Es feo y vulgar. No quiero que lo uses.

El restaurante se quedó en silencio, solo roto por el sonido de los fuegos artificiales. Todos miraban con incredulidad la escena que se estaba desarrollando.

Astrid se sintió morir de vergüenza. Quería desaparecer de allí y olvidarse de todo. ¿Cómo podía Knut ser tan grosero y desagradecido?

El mesero, que había sido testigo de todo, no pudo aguantar más y decidió intervenir.

—Señor, permítame recordarle algo. Usted fue quien le compró este anillo a nuestro jefe hace unos meses. Usted nos contó que se había casado con su mujer de forma apresurada y que el anillo que le dio era muy simple.
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