Agentes de la policía colombiana, especializados en secuestros, llegaron hasta la hacienda, Abel les informó sobre la llamada de Martín.
—Debemos esperar a que vuelva a comunicarse y rastrearemos la llamada.
—¿Esperar? —cuestionó Abel con desesperación, tiraba de su cabello angustiado. —¿No se dan cuenta de que ese loco, puede hacerle mucho daño a mi mujer? —vociferó, caminaba por el salón como un animal enjaulado.
—Son los protocolos —espetó con seriedad un agente—, nosotros sabemos lo que hacemos.
—¡Cálmate! —solicitó Joaquín—, sé a la perfección como te sientes. —Inhaló profundo y recordó la vez que la bruja de Luz Aída secuestró a María Paz, cuando estaba embarazada de Mafer y Malú, la piel se le erizó—, mi hija es una chica fuerte e inteligente.
Abel soltó un resoplido, miró a su suegro con angustia.
—¡Martín está loco!
—¡Luz Aída también estuvo loca! —rebatió Joaquín—, a pesar de eso no perdí las esperanzas —expuso entonces llamó a una de sus empleadas. —Inesita por favor