127. Deja que se encarguen los agentes.

El sonido de la lluvia y los gritos de dolor de Eloise eran los únicos ruidos que se escuchaban en la calle, mientras Noelia, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, trataba de llegar hasta donde se encontraba Armand, luchando contra la lluvia y el viento que le hacían difícil avanzar.

El cielo oscuro y nublado pareció romperse en un estruendoso trueno, retumbando en todo el lugar como si fuera a presagiar las peores desgracias. En ese instante, las primeras gotas gordas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos.

El sonido de la lluvia era ensordecedor, cubriendo todo lo demás con su ruido constante.

Armand intentaba levantarse, pero no podía. Su abdomen ardía por la herida de bala, y podía sentir la sangre manchando sus manos mientras su vista se volvía borrosa. La lluvia seguía cayendo implacable, mezclándose con la sangre que fluía de su herida. El chico se esforzó por mantenerse consciente, sabiendo que no podía dejarse vencer por el dolor ni esa sensación de sueño.

Miró
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