Obsesión y fantasía.
Después de pasar la tarde con su amiga Rebeca, Alessia regresó a su casa. Su padre, Alexis, la recibió con una gran sonrisa.
—¿Cómo te fue? —preguntó el hombre.
—Bien, papá. Ya más o menos tengo la idea para mi pasarela.
—¡Qué bueno! La cena está lista, hija. Termina de llegar para que nos acompañes.
—Papá, no creo. Acabo de comer con Rebeca y estoy un poco cansada. Quiero dormir.
—No te preocupes, descansa. Le diré a tu mamá que ya cenaste.
Alessia asintió con un movimiento leve y se perdió en las escaleras para entrar en su habitación, donde se lanzó en la cama. La primera parte de su plan estaba lista; ahora solo quedaba finalizar la última.
Una sonrisa se dibujó en su rostro. Después de unos minutos, tomó su celular y envió un mensaje.
Luego de darse una ducha refrescante, y ya en la penumbra de su habitación, Alessia observaba la pantalla de su teléfono.
Las fotos de Kelvin llenaban su galería: en la playa, sonriendo, con los ojos brillantes. Cada imagen era un recordatorio de lo