Capítulo 4.

Me acerqué lentamente. No era estúpida, sabía que el hombre se transformaría más rápido que un parpadeo si me percibía como una amenaza.

Me observó sin pestañar y sin cambiar la expresión de su rostro.

-Dime cuánto dinero necesitas. – Pregunté suavemente cuando estuve lo suficientemente cerca como para tocarlo.

No me importaba pedirle a mi hermano que extendiera el límite de dinero que podía utilizar en la tarjeta. Aunque sus palabras hayan sido “utiliza la tarjeta sin importar una mierda lo que cueste” suponía que no era tan literal. Debía existir un límite que me diera el banco, ¿No?

-¿A qué te refieres? – Dijo cautelosamente.

-A que tu manada no cuenta con los servicios básicos modernos…

Me observó como si no lo entendiera y yo me quedé callada.

-Uh, ya sabes. – Dije lentamente. – Agua corriente en la Casa de la Manada para tomar un baño. Un calentador para que el agua salga caliente…

-¿Agua caliente? ¿Para bañarse?

Fue mi turno de mirarlo confundida.

-Si, agua caliente. - Dije rec
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