Capítulo 20.
Escuchaba vagamente al Alfa dar indicaciones a todos los lobos adultos sobre una barricada. Yo, francamente, tenía miedo de incluso parpadear.
Siguiendo fielmente las instrucciones de la doctora Paula, yo no dejé de pisar el acelerador y me concentré en mantener el volante firme. Temblores aparte, creo que estaba haciendo un magnífico trabajo en mis primeros tres minutos al volante. Nadie había muerto.
-¿Sabe disparar, Alfa Rose? – Dijo el Alfa por encima del ruido de los chillidos de los cachorros y los disparos.
-Mi habilidad con las armas se limita a la distancia corta. Sé lanzar piedras. – Dijo Rose después de unas palmaditas en mi hombro.
-Entonces, solo ayúdenos a quitar asientos, por favor. – Dijo el Alfa Alan. – Harold, Tom, quiero que hagan una segunda barricada por aquí y que cuiden de los cachorros en ese segundo muro.
-No hay suficientes asientos. – Escuché decir a Harold.
-Entonces improvisen. Necesito a los cachorros seguros.
Yo necesitaba ir al baño, pero suponía