Al ver que la herida estaba rezumando sangre de color negro, gotas de lágrimas rodaron rápidamente por el rostro de Mia. —Mami, todo es mi culpa. ¡Estás herida por tratar de salvarme!—
Como cualquier otra niña de cinco años, Mia era lo suficientemente madura para comprender el significado de la muerte.
Aun así, no se atrevió a mencionar nada sobre la muerte porque temía maldecir la situación.
—¿Qué d-debería hacer para h-hacer que te sientas m-mejor?— Mia se atragantó con sus palabras mientras lloraba a mares.
A pesar de que Olivia sentía tanto frío que todo su cuerpo temblaba, todavía trató de llevar su mano temblorosa para acariciar la mejilla de Mia al escuchar sus gritos. —Es solo veneno de serpiente—. Olivia dibujó una débil sonrisa en su rostro. —No te preocupes. N-Nada me pasará…—
Un breve momento después, Tomas finalmente regresó con Max.
Ante sus ojos estaba su mujer apoyada contra el tronco del árbol, sus labios sin color y sangre de color oscuro saliendo de una herida en el