Jeremías
—Le agradecería que dejara de ponerse ese perfume que lleva.
Gruño, sin dejar de mirar a la carretera, odio sentirme tan tentadoramente embriagado por su esencia. La mujer sentada a mi lado en el asiento del copiloto simplemente resopla. Miro por el retrovisor al niño enfurruñado en el asiento trasero y supongo que esto no va a ser tan fácil como esperaba, pero no puedo pretender correr sin antes caminar.
—¿De verdad llevará a los niños al parque de atracciones cuando termine su turno en el hospital hoy?
—Por supuesto, le hice una promesa — me responde sin mirarme — pero creo que usted está también incluido en ese plan señor Mark.
—No tengo tiempo hoy — soy sincero — necesito ir a algunos lugares hoy — miro a la avenida plegada de coche frente a los dos — el chofer irá por Lucas a la consulta cuando termine y después vendrá por usted a las seis, ¿Le parece bien?
—No, puedo tomar el autobús.
—Mire… Lizbeth, no puede ir hasta mi casa en autobús, no cuando un auto está esperando