Gloria bajó del coche cargando maletas.
Detrás de Ana, la puerta se abrió, revelando a Mario. Vestía un traje formal, emanando una mezcla de elegancia y austeridad, sin rastro alguno de sus actos libertinos de la noche anterior. Se acercó bajo la mirada de Ana, tomó el periódico, y con aparente despreocupación le preguntó: —¿Viste esta noticia?
Ana permaneció en silencio.
Mario dejó el periódico y se rio con sarcasmo: —¡Claro! ¿Por qué te iba a importar esto?
Se dirigió hacia la puerta.
Ana habló suavemente: —Mario, ¿qué es lo que quieres?
Mario se giró lentamente, su mirada penetrante sobre Ana no mostraba emoción alguna, y dijo: —Señora Lewis, ¿qué crees que quiero?
Ana le respondió con calma: —Mario, si realmente la amas, podrías terminar nuestro matrimonio y darle a ella una relación abierta y honesta. ¿Qué pretendes con esto? Le das esperanzas solo para destruirlas después, ¿no te parece cruel?
Mario le respondió con una risa fría: —Qué noble eres, señora Lewis. ¿Aprendiste est