¡Mate!
¡Mate!
Por: Angie Pichardo
Introducción

Aquella tarde de verano, la pequeña Gia juega con su espada de madera junto a su amiga Lía. En esos días ha habido un revuelo en la manada, y aquel en específico, varios grupos de guerreros habían salido temprano.

Aquello tiene a los miembros de la manada preocupados, puesto que en esos días han tenido amenazas de sus enemigos, los brujos sangrientos.

—¡Gia, mira! —Su amiga capta su atención—. Es el alfa, tu padre. ¡Corre, antes de que nos vea!

Ambas chicas huyen del parque a toda velocidad. Gia, quien desde muy pequeña ha desarrollado una rapidez impresionante, es la primera en llegar a su casa, seguida por Lía, quien se dirige a la vivienda de al lado.

Con su espada de juguete en manos, su vestido de tela gruesa y de color marrón; su cabello peinado en una larga trenza, que la mamá le había hecho, ella se oculta en el armario que está en la sala y, por medio de la rendija, ella curiosea lo que acontece allí. Ese día el alfa había salido con varios hombres de la manada y todos llegaron tan alterados como se fueron.

Gia observa en silencio mientras oculta su olor para que nadie se percate de su presencia. Ella es la única licántropa, en toda la manada, capaz de hacer aquello; pero nadie conoce su don, puesto que ella lo mantiene en secreto porque teme que los demás la vean como a una amenaza.

 Nota que hay un niño que llora desconsolado y, por alguna extraña razón que desconoce, siente su dolor, asimismo, un sentimiento de desamparo que causa que de sus ojos emanen gotas saladas.

«¿Quién es ese niño?», piensa. De momento percibe que él la mira y, en efecto, los ojos dorados de él se conectan con los suyos, como si este supiera que ella se encuentra allí.

Gia se abraza a sí misma al sentirse descubierta, pero más por la extraña corriente eléctrica que le recorre el cuerpo. El corazón le late con intensidad y su mirada gris no puede apartarse de la del chico, por más que ella lo intenta. Antes de que alguien más note el escrutinio de él y como consecuencia ella quede delatada, el niño quita su atención del armario.

En ese momento, el sentimiento gélido del desamparo y el vacío doloroso de la desesperanza menguan, puesto que es reemplazado por la necesidad de proteger a la chica.

***

Los días transcurren y con el pasar del tiempo, la curiosidad sobre el extraño chico aumenta. Aun no se conoce su origen ni la razón para el alfa haberlo llevado a la manada.

—¿No me dirás quién es ese niño y la razón para papá haberlo traído? —pregunta Gia con intriga.

La luna de la manada la observa con el ceño fruncido, como si de verdad ella tampoco supiera acerca de ese asunto que el alfa ha mantenido en misterio.

—Lo único que sé es que la manda Luna dorada fue atacada por brujas sangrientas y que el alfa y la luna murieron. Bueno, en realidad todos los lobos de esa manada fueron asesinados.

—¿Papá participó en esa batalla? —pregunta ella con curiosidad.

—El pasaba por casualidad con los guerreros de nuestra manada. Sabes que en estos días hemos estado bajo la mira de los lobos salvajes, asimismo, se dice que las brujas sangrientas están rompiendo las protecciones de energía que las repelen, creo que han desarrollado un hechizo para poder quitar la protección.

»Esa fue la razón por la que Mateus y los guerreros hayan salido a inspeccionar nuestras barreras. Mateus no me ha explicado cómo fue que llegaron a ese territorio ni cómo encontraron al niño. Mucho menos sé cuál es el plan que él tiene para el pequeño.

Gia agarra una de las galletas que su madre había puesto a enfriar y le atina una mordida. Su madre la mira sonriente y busca el jarabe de chocolate, para decorar las galletas.

En ese momento, el alfa Mateus entra a la cocina con el niño a quien no habían visto, desde el día en que el alfa lo trajo.  Junto a ellos, también entran dos guerreros.

Los dos niños se miran con nerviosismo y timidez, entonces Gia se sonroja y le evade la mirada.

—Katrina —se dirige a su esposa, la madre de Gia—, dile a la servidumbre que le prepare una habitación a Gael, quien desde hoy vivirá con nosotros y será parte de nuestra familia —informa el alfa.

La cara de su esposa se desfigura por la sorpresa y el recelo denota en su expresión.

»Sé lo que estás pensando, y no, este niño no es mío —aclara el alfa con diversión—. A él lo encontramos oculto en los escombros. Nos dijo que no recuerda nada más que su nombre, esa es la razón por la que lo tuvimos en el hospital de la manada por unos días. Según dijo el doctor, su amnesia se debe al trauma que experimentó y que su memoria puede volver en cualquier momento, aunque pueden tardar años.

Gia observa a su madre, quien ha relajado su semblante.

—Hola, soy Gia —saluda la hija del alfa mientras se acerca al chico con pasos nerviosos.

—Hola, Gia, mi nombre es Gael —le responde él con amabilidad.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunta, pero él arruga el rostro al tratar de recordar.

—Unos doce años. Lo sé por su tono de voz —responde el alfa.

Es normal que los alfas conozcan ese tipo de información, puesto que es parte de su habilidad como líder.

—Yo tengo diez. Soy menor que tú.

El chico le sonría y ella siente que el corazón le late muy fuerte.

—¿Quieres galleta? —le pregunta Katrina al niño con una sonrisa amable.

Él asiente avergonzado y esta le pasa una porción del postre harinoso.

—¿Lo prepararás para ser un guerrero? —inquiere la luna, quien todavía no entiende por qué el chiquillo debe vivir con ellos.

—Más que eso, Gael será criado para ser mi mano derecha y ese hijo que nunca tuve. Él heredará mi liderazgo y se casará con una loba de una manda influyente que nos vuelva más poderosos —responde ilusionado.

Katrina asiente triste y decepcionada, debido a que es su hija quien debería heredar el cargo de alfa y no un aparecido. Sin embargo, sabe que esa decisión la ha tomado debido a su machismo.

—¿Por qué mejor no se casa conmigo? —suelta Gia de repente, captando la atención de todos ellos—. Si él se casa conmigo, ambos lideraríamos esta manada y de esa manera tu liderazgo se quedaría en tu descendencia.

Para nadie es una sorpresa que ella hable como si fuera un adulto, puesto que ella ha demostrado esa inteligencia desde muy pequeña, pero para Gael es fascinante lo que ella ha dicho.

—¡De ninguna manera! —expresa el alfa con exaltación—. Tú y Gael no se verán de esa manera nunca, porque de hoy en adelante serán como hermanos —sentencia, dejando a su hija confundida y con una enorme tristeza.

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