Cap. 2 El padre de mi hijo

El tráfico estaba fatal esa mañana, justo tenía su primera entrevista con su jefe, miró una forma de salir del atolladero y se metió por una calle alterna; sin embargo, un tipo tuvo la misma idea, su auto era un convertible del año y prácticamente se cruzó frente al suyo y ¡zas! Chocaron.

—Oiga—se acercó, no lo veía bien—me chocó.

Él se rio y dijo descaradamente:

—No nena, tú me chocaste a mí.

—Te cruzaste en mi camino, era mi giro y tú te metiste arbitrariamente.

Lauren había tenido un mal día con su departamento destrozado por la loca de su ex.

—¿Decías muñeca?

Se las traía con un galán de medio pelo y le dijo:

—Oye galán, me debes la reparación.

—¿Tienes seguro?

—Claro.

—Entonces solucionado.

Solo eso. Ella consultó su reloj y maldijo subiendo a su auto, el sujeto seguía dentro del suyo obstruyéndole el paso.

—Oiga, algunos tenemos vidas que vivir.

Lauren enarcó una ceja, como si le importara la vida de los demás. La mujer pitó varias veces, criatura molesta, pensó él, le dio marcha a su auto y de retro golpeando el auto de ella de nuevo, si jodió el de él se jodió. Toma por cretina, luego salió a toda velocidad de la escena.

Dafne solo pudo pensar: Esto no se va a quedar así bonito, creyó que podía escaparse, eso se volvió personal, fue tras él, llamó al 911 y les pidió ayuda:

—Convertible, negro, placas—sorteaba unos autos hasta poder estar detrás de él—se las dicto, tome nota…

Lo vio entrar en el estacionamiento de las empresas Montessori y ella detrás, cuando lo vio bajar lo tomó del brazo:

—¿A dónde estimas que vas?

El sujeto estaba sorprendido, esa mujer estaba loca:

—Escucha, no sé qué quieres, solo habla con tu aseguradora.

—Me chocaste de adrede la segunda vez.

Ambos vieron entrar a la patrulla y les gritó

—¡Es él!

Lauren no podía juzgar lo que le pasaba:

—Me chocó dos veces, la segunda de adrede.

—Dije que le pagaría los daños.

—Y no me dio ni tarjeta, este sujeto supone que todos estamos para perder el tiempo, tengo cuentas que pagar, amigo, y mi auto a diferencia del tuyo me es necesario.

Ante esto, Lauren sacó una tarjeta y la dio a la joven:

—Bien, comuníquese con mi agente de seguro.

Había ganado un round, no estaba tan mal, ahora podía ir a su entrevista de trabajo más segura de sí misma.

Entró casi corriendo y vi a la recepcionista:

—Hola, tengo una entrevista con…—verificó el papel que le dio Nicole—Lauren Montessori.

Ella revisó y le dijo:

—Piso tres, oficina dos.

Agradeció y corrió al ascensor, tenía tres minutos para llegar y hubiera llegado antes, si no fuese por el idiota del auto.

Cuando la puerta se abrió había hecho varios ejercicios de respiración en el camino para relajarse y se apersonó en un sitio tan elegante y exclusivo. La recepcionista era tan elegante.

—Buenos días, el señor Lauren Montessori.

—¿Tiene cita?

—Sí, para una entrevista de trabajo, es en un minuto.

—La atenderá en un momento.

Le indicaron una puerta y ella tocó y entró, la oficina era elegante, piso de mármol negro reluciente, todo el ambiente era muy exclusivo con cuadros caros en las paredes, las sillas la chiflaron, eran tan pachoncitas y de un tono blanco inmaculado.

No había nadie visible, así que se sintió rara, se acercó a ver uno de los cuadros cuando…

 Lauren frunció el ceño viendo a la mujer observando una de sus pinturas.

—¿Quién es usted?

Dafne dio la vuelta y se topó con el sujeto del incidente, Dafne consultó con la tarjeta y decía Lauren Montessori, ¡Pasumecha! Ese era su futuro jefe.

—¡Tú eres Dafne Daniels!

¡Rayos! Esa voz se le hacía conocida… Sacudió la cabeza y preguntó:

—¿Usted es el jefe?

—Así es.

Estaba en problemas y trató de sacar su lado profesional:

—Espero podamos hablar de mis capacidades.

—De manejo, nulas, de impulsiva y gritona, no me interesa, esta despedida.

Eso le pareció un descaro y le dijo:

—¿Cómo puede despedirme si no me ha contratado?

—Entonces tienes el puesto y ahora te despido.

Era muy confuso ese sujeto, al igual que bello, muy bello, sacudió su cabeza, percibió lo fuerte de su colonia… Era fuerte, sexi:

—No puede hacerme esto.

—¿Y tú si puedes traerme a la policía y armar un escándalo?

Era su round contra los hombres y tenía que ser su futuro jefe.

—Escuche, comenzamos mal.

—Realmente muy mal…—tomó asiento.

Ni siquiera le dijo que se sentara y entonces tomó la iniciativa:

—Necesito este trabajo.

—¡Qué pena!

—Soy muy buena trabajadora.

Nada, como una roca, ni pena le daba, era terrible, entonces intentó darle por su lado…

—Usted es un hombre inteligente y se ve que es ante todo un hombre bueno y considerado…

Lo veía asentir, parecía que le encantaba que se humillaran ante él y ese perfume la ponía mal.

—Continúe…—la animó.

Sabía que se burlaba de ella y que no lo conmovía de nada, era humillante, entonces le dijo:

—Sé que no le importa, total…—miró a todos lados—usted vive bien, come de lo mejor y se ve que la vida de los demás le importa muy poco.

Tomó su cartera y lo miró altiva:

—No voy a rogarle a un hombre que ni manejar bien sabe.

Caminó hacia la puerta lo más digna posible, con la cabeza en alto, conteniendo las lágrimas y ocultando su frustración, entonces…

—Espere, señorita Daniels.

Se detuvo cuando giraba el pomo de la puerta.

—No quiero quedar como un hombre cruel y despiadado ante una… dama.

Había tanto sarcasmo en su tono de voz, se dio la vuelta para ver sus ojos verdes intensos, mirarla fijamente.

—Tal vez me excedí, no esperé todo esto, pero… Revisé sus datos y me pareció que tenía lo que necesito.

Dafne se relajó y se acercó con cautela:

—Tome asiento por favor. ¿Nos hemos visto antes?

Es que era tan confuso, se le hacía familiar y a la vez…

—No, no creo yo… No.

—Comenzamos muy mal… Mi nombre es Lauren Montessori, soy el vicepresidente de los emporios gastronómicos Montessori, nuestras empresas necesitan un supervisor y usted es la más apta para el puesto.

Se removió en su puesto, algo tenía ese sujeto que la ponía mal:

—¿Le interesaría trabajar para nosotros?

—Por supuesto, sería todo un honor.

Entonces el tono de la entrevista cambió:

—¿Es soltera?

—Sí…

—¿Tiene novio?

—No, por el momento.

—¿Disponibilidad de tiempo para viajar conmigo?

—Sí, claro—aunque pensó en su hijo—Soy muy profesional.

—Empezaría su capacitación en este instante y supervisaré sus… movimientos dentro de la empresa personalmente.

Se estremeció por el tono de voz usado en la palabra “movimientos”, intentó sonreír, al menos la tormenta había pasado.

Iba a tomar un curso sobre la historia de cómo comenzó la familia Montessori en el negocio gastronómico, era impresionante la cantidad de restaurantes que habían puesto en las diferentes ciudades e internacionalmente, con las estrellas Michelines ganadas por sus creaciones y calidad.

Pasó dos horas maravillándose de la historia de los inmigrantes italianos y cómo de la nada fundaron un imperio gastronómico.

En la mente la voz de Lauren Montessori flotaba causando extrañas sensaciones en su interior, intentaba recordar de dónde podía haber conocido a ese sujeto, le entregaron un folleto con todos los productos de la empresa para que los estudiara y le dieron un pequeño tour gastronómico con la degustación de los embutidos, salsas insignes de la familia.

 No entendía a ese tal Lauren Montessori, parecía ni saber freír un huevo, no tenía ese aire de chef, ¿entonces qué hacía en las empresas?

El video contaba la historia y eventos especiales en los que habían participado y entonces vio un evento en el hotel, Resort Paradise, los Montessori habían hecho el bufete para ese evento: El de la reina Miss Tropical, el que ella había ganado… Engulló saliva, Lauren Montessori, podía ser el hombre con el que había tenido una noche loca y era más aterrador: Podía ser el padre de Bruno, entonces recordó la cadena del sol y la M, eme de Montessori.

Su corazón latía velozmente y tuvo que salir del sitio para respirar, sintió miedo y pesar, estaba aterrada ante la idea de que la vida la haya acercado al posible padre de su hijo…

Su móvil sonó en esos momentos y era su hijo, Bruno:

—Mami, ya llegué.

Tenía que portarse serena ante los hechos y le dijo con toda la dulzura que había en ella:

—Hola, amor, te dejé el almuerzo de calentar en el microondas, come todo, llegaré por la tarde.

La voz de su hijo se escuchó fuerte y clara, era tan solo un niño de seis años ajeno a los problemas del mundo y le gustaba que fuese así.

—Mami es que no quiero comer verduras.

—Mi amor, es lo que hay entonces tendremos una charla definitiva esta noche.

Entonces detrás de ella se escuchó…

—¿Mi amor? ¿Acaso no dijo que era soltera?

La voz de Lauren Montessori la hizo saltar en su puesto, estaba en problemas.

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