Eugenio escuchó el análisis de Yulia, y por un momento, sus ojos brillaron, como si algo en su interior hubiera titilado. Pero de inmediato volvió a su calma habitual, como si nada hubiera cambiado.
La miró fijamente, su voz tan baja y sombría como siempre:
—Tu intuición es bastante aguda. Es cierto que me interesa trabajar con el Grupo Yulia, pero como tú misma dijiste, “interés” es solo eso: un interés, y esa palabra implica que todo puede cambiar.
Un hombre astuto y calculador, pensó Yulia para sí misma mientras lo observaba, midiendo cada palabra.
Se inclinó un poco hacia él, bajó la voz y dijo, con un tono serio y directo:
—Señor Eugenio, sabe perfectamente que el Grupo Yulia tiene ventajas sobre el Grupo Herrera en cuanto a recursos, expansión de mercado y fuerza de marca. A largo plazo, podemos ser su socio más sólido en América. No deje que el orgullo nuble su juicio.
Eugenio levantó una ceja y repitió con algo de desden:
—¿Orgullo? —Su expresión se suavizó un poco, pero su voz