Yulia llegó a casa después de un día largo de trabajo, agotada. Apenas iba a dejarse caer en el sofá cuando de repente su papá, con una sonrisa pícara, le metió una bolsa en las manos.
—Llévale estas manzanas a Baltasar, están buenísimas —le dijo Diego, con esa sonrisa suya tan inconfundible.
Yulia lo miró, confundida, y tocándose por casualidad el estómago, que ya empezaba a rugir, le respondió:
—Papá, primero quiero comer algo, y luego llevo las manzanas, ¿está bien?
¡Qué raro! ¿Por qué su papá le pedía que le llevara algo a su novio? Definitivamente algo en todo esto no cuadraba aquí.
Justo cuando Yulia pensaba dejar la bolsa y correr a cambiarse, su papá habló de nuevo:
—Te preparé un delicioso sándwich. Puedes comer mientras vas en el auto, pero primero lleva las frutas. Y recuerda regresar pronto, ¿eh?
Antes de que Yulia pudiera abrir la boca, Diego ya se había dado vuelta y, con un tono más serio, le gritó a Iker, que estaba despreocupado tirado en el sofá, con la panza al aire: