—¿Señor Bennett?, ¡Ayuda por favor! — gritó Lorena completamente asustada al mirar a John inconsciente.Sin recibir respuesta, la joven aprendiz de detective arrastro como pudo a John hacia dentro de su departamento, notando que el hombre tenía una fiebre demasiado alta; había estado bebiendo, estando completamente enfermo.Aquella noche, la luna brillaba en lo más alto, y Katherine había accedido ante el capricho de sus hijos para pasar la noche en el departamento de Henry. La noche siguiente seria la gala de beneficencia y al menos por ese momento no quería pensar en nada más.El manto nocturno había caído ya enteramente sobre la ciudad. La luna llena, completamente brillante y tan parecida a la plata, se asomaba ocasionalmente entre las pocas nubes que lograban cubrirla. El brillo de las estrellas decoraba el cielo nocturno, dejando ver la belleza del universo que lograba apreciarse desde la tierra firme. Katherine, sin embargo, no lograba admirar nada de ello, pues toda su atenció
Las películas infantiles se habían terminado, y el pequeño Gabriel, así como Emma, yacían durmiendo en la enorme cama que pertenecía a su padre mientras este lo arropaba y Henry notaba aquella hermosa sonrisa infantil que se les dibujaba en los labios. Se preguntaba qué tipo de sueños estaban teniendo, y si eran tan maravilloso que le permitía sonreír entre sueños.Katherine se había salido a caminar por los jardines del ultimó piso en donde también se hallaban las piscinas, quizás, para tomar algo de aire fresco, después de todo, nunca seria cómodo el estar a su lado después de todo lo que entre ellos había ocurrido…y después de aquel beso apasionado que él le había dado.Sintiéndose inseguro, Henry decidió salir junto a ella esperando que esta no se hubiese arrepentido de aquel íntimo y breve momento que compartieron juntos en la cocina. El, conservaría aquel recuerdo como uno de los más valiosos de su vida, y las esperanzas de recuperar a la mujer que realmente amaba, brotaron en e
La luz del sol de mediodía entraba directamente por los ventanales de su solitaria alcoba. La ciudad y sus sonidos se escuchaban a lo lejos haciendo como una especie de música de fondo para sus muchos pensamientos. Katherine se miraba en el espejo de su habitación, en donde se hallaba desnuda contemplándose mientas sentía un mar de emociones contradictorias en su interior.Katherine miraba como el paso de los años y, también, las marcas de un embarazo sufrido habían dejado marcado su cuerpo para siempre. En aquel momento, se sintió nuevamente avergonzada de sus actos y sintió una profunda decepción de sí misma después de haber recobrado la cordura que aquel momento con Henry le arrebato. En ese momento en que sus sentidos se nublaron, no pareció realmente importarle todo lo que su historia llevaba detrás, y ella no podía olvidarlo…no debía olvidarlo.El regreso a su departamento había sido silencioso; ella no había tenido nada que decir y Henry tampoco nada que platicar. Era como si a
El pastel de cumpleaños estaba tirado sobre el suelo, y el rostro de Henry Bennett, estaba completamente rojo por la ira. Sus puños estaban apretados, tan enrojecidos como su cara, mientras miraba con un gran desprecio a Katherine Holmes, que incrédula, y con lágrimas en los ojos, miraba a su esposo, el único hombre al que ella se había entregado y al único al que había amado, mientras el parecía contener la furia que estaba sintiendo.— ¿Me quieres decir que significa esto? — cuestionó Henry arrojando sobre su esposa aquellas fotografías que le habían sido entregadas por Emily Gibson, su ex prometida, apenas unos momentos antes.Katherine tomó una de aquellas imágenes, en donde pudo verse a ella misma completamente desnuda y entre los brazos de un hombre al que ella jamás antes había visto. Derramando las lágrimas que ya no pudo contener, la hermosa mujer de cabellos rubios y ojos verdes, apenas podía creer que alguien tuviese la maldad de crear imágenes tan terriblemente falsas y cr
— ¡El último grito de la moda!, ¡La nueva colección de Katherine Divane ya se encuentra aquí! Disponible en tiendas exclusivas. —Katherine observaba el último fragmento de aquella publicidad en la sala de juntas, mientras los socios murmuraban y se felicitaban en voz baja. Sus ojos verdes, repasaban con frialdad a cada persona en el lugar, y sonreía para sus adentros. Su nueva colección, resultaría en un nuevo éxito, eso predecían todos los estudios que se habían hecho al respecto.Las luces se encendieron de vuelta, y los aplausos ovacionando el nuevo logro de Katherine Holmes, no se hicieron esperar.— ¡Bravísima señora Holmes!, sin duda alguna sus nuevos diseños estarán en los closets de las mujeres más importantes en el mundo, todas se mueren por tener una de sus prendas. Será un gran placer presentarla en la pasarela de New York, finalmente el mundo entero tendrá el placer de conocer el bello rostro de la más famosa diseñadora de los últimos años. — decía un hombre delgado de ap
El sonido de la música retumbaba en sus oídos con fuerza, y el calor del whisky lo hacía sentirse levemente mareado. Henry Bennett observaba a aquellas mujeres bailando con sensualidad, luciendo aquellos mini vestidos de colores brillantes que destacaban en la pista de baile de aquel club nocturno de elite en donde había tomado la costumbre de embriagarse hasta casi desfallecer, todos los fines de semana.En dos días más se cumplían seis años desde la última vez que había visto a su exesposa, Katherine Holmes, y aquellos años habían sido para él, un declive entre el alcohol y la culpa que sentía al haberla tratado como si no tuviese valor alguno, debatiéndose también en el rencor de aquella supuesta traición que daba por hecho. Toda su vida había sido el mimado hijo de la familia Bennett, destinado a ser el heredero de una cuantiosa fortuna y el dueño de las importantes empresas internacionales que su abuelo y padre habían levantado para ser el éxito que era. Las mujeres siempre le ha
El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Katherine lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por María quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos seis años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jackson Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Emma.Katherine sonrió por el comentario.
—No es un placer volver a verte. — dijo Katherine con una frialdad que hirió a Henry.Aquel apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules, vio a su ex esposa recorriendo con su mirada cada parte de ella sin perder detalle.Katherine había cambiado, admitió. Ella estaba tan hermosa como la recordaba, sin embargo, su porte estaba cargado de una elegancia distinguida y de un orgullo avasallador, y sus ojos verdes esmeralda, no lo miraban con aquella adoración y devoción como siempre lo habían visto…en su lugar, había frialdad, desdén y un desprecio devastador. Henry sintió como un escalofrió lo recorrió por completo, pues, aunque no quería admitirlo ni siquiera para sí mismo, esperaba encontrarse con aquella hermosa y cálida mujer que lo había amado con adoración.—¿Por qué has vuelto?, ¿Esperabas volver a verme? — cuestionó Henry, mientras observaba a aquel hombre junto a su exesposa. —¿Y quién es este hombre? — exigió saber sintiendo los celos carcomerle el pecho.—Jackson Evans.