Henru había decidido tomar la ley en sus manos; sabia perfectamente que la casa real no le daría castigo alguno al sucesor del Duque de Sussex, tan solo por ser parte de la realeza. Ese numero de placas, sin embargo, le daría justamente lo que necesitaba para buscar justicia para Katherine por su cuenta, solo dios sabía la clase de cosas que su exesposa había tenido que soportar, pero le haría pagar al malnacido por cada lagrimas que Katherine hubiese derramado.

En el castillo de Sussex, los hombres de Jackson tan solo observaban como su amo y señor destruía parte del antiguo mobiliario del lugar.

—¡Maldita perra! — gritaba Jackson casi como un desquiciado. Era evidente que el hombre había perdido el suelo.

Nadie decía palabra alguna, ¿Qué podrían decir de todas maneras? La mujer se había desvanecido, no había rastro alguno de ella por ningún lado, pues si había dejado huellas, la lluvia se las había llevado y, por supuesto, el Duque de Sussex había estallado en una ira atroz una vez