—Todavía no.
Mateo respondió con calma: —He ordenado que investiguen y esta noche casi podremos confirmarlo.
Al regresar a Conjunto Los Jardines, me encontré con Ignacio, que venía a hacerle tratar a la abuela.
Antes de que pudiera saludarlo, vi a Ema salir corriendo, visiblemente agitada.
—¡Blanca se ha desmayado!
Corrí hacia la habitación y me arrodillé junto a la abuela, cuyos labios estaban morados. Mis lágrimas brotaron al instante, gritando: —¡Abuela!
Mateo llegó rápidamente detrás de mí. Sabiendo que no podía calmarme, solo dijo:
—Delia, dejemos que Ignacio revise a la abuela.
Me tranquilicé un poco y le hice espacio a Ignacio.
En momentos como este, me odiaba por no ser médica y no poder hacer nada.
Además, la abuela se había desmayado en el suelo y no sabía si se había golpeado la cabeza. Si no actuaba con precaución, podría ponerla en grave peligro.
Al verme arrodillada, Mateo no pudo evitarlo: —Ema, tráeme un cojín.
Ema corrió a buscarlo.
—La abuela es importante, pero tú es