Yolanda habló sin reservas y preguntó: —¿Estos dos últimos años también han sido difíciles para ti, verdad?
Me sorprendí un poco: —¿Cómo lo sabes?
—Lo intuí.
Sonrió con resignación, como una hermana mayor comprensiva: —Aunque no hemos tenido mucho trato, sé que no eres de las que juega a dos bandas.
—Cuando lo dejaste, debió ser por obligación, ¿no? —Aunque preguntaba, su tono era afirmativo.
No me sorprendió que lo dedujera.
Yolanda parece despreocupada, pero era extremadamente observadora y astuta.
En resumen, la familia Vargas era muy perspicaz.
No tenía sentido mentirle, así que asentí y admití: —Sí, el padre de Mateo me buscó. Y Marc... me prometió que si volvía con él, ayudaría a Mateo.
—Debió ser difícil para ti.
Yolanda suspiró: —Elios jugaron tan sucio. Mateo casi se hunde, aunque, al final, logró salir adelante.
Sonreí: —Sí, siempre fue muy inteligente.
Desde niño, destacaba entre todos nosotros.
El más listo y audaz.
Mi abuela pensaba que yo era intrépida, pero en realidad f