—¿Eh?
Se me olvidó que Mateo siempre era tan desinhibido. Intenté taparle la boca, pero no tuve tiempo.
—¿Estás insinuando algo, amor?
…
Le lancé una mirada fulminante, y tras decir unas palabras rápidas a Olaia, tiré de Mateo y lo metí apresuradamente al ascensor.
Al llegar a casa, Mateo levantó una ceja con esa actitud tan suya, algo descarada: —¿No puedes esperar más?
Al principio no entendí a qué se refería.
Luego, sin pensarlo demasiado, le solté un buen golpe en la cara: —¿Por qué hiciste algo así?
Mateo, con cara de confusión, gruñó: —¿Qué?
Retiré la mano y, sin perder la calma, le respondí: —Lo de Olaia y José… ella es la madrina de Beatriz. Tú verás qué haces con eso.
Sin decir una palabra, Mateo me rodeó con sus brazos, me abrazó y me dio un beso en la cabeza: —No pienso hacer nada, solo quiero disfrutar del espectáculo.
Justo cuando iba a decir algo, me levantó en vilo sin previo aviso.
—De todas maneras, ahora tengo asuntos más importantes que resolver.
…
Podía sentir perfe