—Se… señor Ainsworth —se atrevió a decir una enfermera, acercándose con cautela—. Acompáñeme, por favor, al salón de espera. Los doctores necesitan espacio para trabajar, y usted debe…
—No me iré —interrumpió él, clavando en ella una mirada fría, firme, que no admitía réplica.
La enfermera sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Bajó la vista, asintió en silencio y se retiró apresurada.
Donovan volvió su atención hacia Rosalind. Su respiración era débil, su piel empapada de sudor, pero él no apartó la mirada ni un instante.
Si algo le ocurría a su esposa… no habría poder en el mundo capaz de contener lo que vendría después.
…….
✧✧✧ Unas horas después. ✧✧✧
Rosalind reposaba en la camilla. Su rostro, antes pálido, había recuperado algo de color, y su pulso sonaba estable en el monitor. A su lado, en una silla, Donovan permanecía sentado, con los brazos cruzados, y la mirada fija en ella. Sus ojos verdes no se apartaban un instante del rostro de su esposa, mientras su mente er