Donovan Ainsworth guardó silencio unos segundos. Dejó la tableta digital sobre el escritorio con calma calculada y alzó la mirada hacia su asistente con una expresión impenetrable.

—¿Quién filtró la información?

El asistente negó lentamente con la cabeza, evitando el contacto visual.

—Aún no lo sabemos, señor Ainsworth. Ya hemos contactado al hospital. Realizarán una investigación interna.

Los dedos del CEO tamborilearon sobre el escritorio unos segundos. Su rostro con una expresión gélida.

—Quiero todos los nombres —dijo finalmente, sin mirarlo, mientras sus manos regresaban al teclado—. Enfermeras, médicos, guardias, y los periodistas que se atrevieron a publicar esas falacias sobre mi esposa.

Liam asintió con una mezcla de respeto y nerviosismo, notando cómo el aire en la oficina se volvía más denso.

—Sí, señor Ainsworth. Tendrá la lista con todo lo solicitado y…

—Liam —lo interrumpió Donovan, sin levantar la voz, pero con un filo que cortó el aire—, tienes veinticuatro h