Rosalind se quedó mirando el mensaje durante segundos que parecieron eternos. ¿Le diría a su esposo? No. Con frialdad, lo borró.
"No permitiré que arruines mi día. Quién quiera que seas… estoy demasiado feliz como para prestar atención a estas amenazas. Y si llega a volverse real, sé que…"
La mujer rubia hizo una pausa, volviendo a lanzar un vistazo discreto al hombre sentado junto a ella, su esposo, que sonriendo sostenía su taza de té y conversaba con su padre, don Sebastián Ainsworth.
"Sé que no estoy sola…"
Pensó la belleza rubia, sintiendo cómo una calidez llenaba su corazón hasta extasiarlo.
…………
Mientras tanto, en un salón dentro de la mansión.
Grandes ventanales dejaban ver el jardín, donde árboles frondosos se alineaban con precisión, rodeando los muros grises cubiertos con enredaderas decorativas.
De brazos cruzados frente a los cristales, Alphonse intentaba ocultar su furia, pero era imposible. Su ceño permanecía fruncido, sus manos temblaban levemente, y en su men