Capítulo 32: Fotografías sexys.

El baile comenzó, suave, lento, tan delicado que para esa mujer se convirtió en una tortura despiadada… ¡Pero debía resistir! ¡Solo una pieza, nada más!, y bastaría para conservar la compostura como la señora Ainsworth: digna, hermosa, radiante e inalterable, justo como todos esperaban verla en la fiesta, como lo merecía su marido.

Rosalind volvió la mirada hacia la mesa donde estaba su esposo…

Inconscientemente buscaba esos ojos verdes, a veces tan fríos, a veces tan penetrantes y cautivadores, pero que últimamente le regalaban una paz infinita. Sin embargo… entre las parejas que bailaban, cada vez era más difícil hallarlos, hasta que finalmente lo perdió de vista.

Alphonse continuó hablándole, acercándose cada vez más. Cada roce de sus manos en su cuerpo la hacía sentirse manchada, como si la ensuciaran con el barro donde se revuelcan los cerdos.

—Ya no recuerdo nada, Alphonse —soltó Rosalind con frialdad—. Ni siquiera vale la pena pensar en ello.

¡Alphonse enfureció! ¡De inm
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