Donovan cerró la puerta tras de sí.

Click~

El sonido resonó en la habitación silenciosa y apenas ocurrió, su cuerpo pareció rendirse.

Apoyó la espalda contra la madera, dejando que el frío de la superficie se filtrara a través de su traje.

Reclinó la cabeza, sus ojos verdes permanecieron abiertos, fijos en el techo, sin ver realmente nada.

Respirar le dolía.

No en los pulmones, sino en algún punto invisible entre el pecho y el estómago, donde la culpa, el asombro y el horror se mezclaban como un nudo imposible de desatar.

«Lo planeé yo.»

La voz de su madre regresó con una claridad cruel.

Ella no tembló al decirlo, no vaciló, esa mujer no pidió perdón. Lo dijo como quien admite haber movido una pieza en un tablero.

Donovan tragó saliva con dificultad. Sentía la garganta seca, áspera. Levantó una mano y la apoyó sobre el pecho, justo donde el corazón golpeaba con una fuerza irregular, desordenada. Cada latido parecía recordarle que él seguía vivo… cuando Raphael no lo estaba