Donovan intervino de inmediato, con su tono seguro.

—Una ceremonia religiosa en Londres —dijo él—. En una iglesia importante. Será completamente formal y elegante. Y después… una recepción en uno de nuestros hoteles. Queremos hacerlo bien. Quiero que mi esposa tenga el día que merece como la señora Ainsworth que es.

Rosalind sintió el corazón apretarse en un dulce latido. Lo miró sin poder evitarlo, admirando la firmeza con la que la defendía, la forma en que decía "mi esposa" con una convicción que la fortalecía.

Jacqueline parpadeó dos veces seguidas, con una falsa sonrisa.

—Una… ceremonia religiosa —repitió, midiendo sus palabras—. Es lo correcto.

Rosalind sonrió con calma.

—Lo sabemos, es tradición de los Ainsworth —respondió ella suavemente—. Y aunque ya estemos casados, sentimos que es importante celebrarlo correctamente, eso también espera todo el círculo social. El matrimonio es una promesa… y queremos reafirmarla ante Dios y ante el mundo. Además… —sus dedos tocaro