La lluvia seguía golpeando los ventanales con un ritmo constante. Desde la mesa donde Donovan permanecía de pie, la ciudad se extendía, hermosa.

Él no se movía aún. Su respiración era lenta. El silencio dentro de la sala privada era completo.

Entonces, la puerta se abrió con rapidez.

¡CLANK!

Liam entró.

Tap~ Tap~ Tap~

Sus pasos resonaron firmes contra el suelo pulido. La expresión de él era seria, más tensa que de costumbre. Se detuvo a un par de pasos de Donovan, sin sentarse. Sus manos estaban entrelazadas detrás de su espalda, con una postura rígida.

—Señor Ainsworth —dijo el asistente, sin rodeos, sin suavizar nada—. Recibimos un informe urgente. Candice Leroy… falleció en el hospital de Brighton.

Donovan se quedó helado.

Durante varios segundos, la única señal de que él había escuchado fue el leve endurecimiento de su mandíbula.

—¿Cómo? —preguntó, con voz baja. No acelerada, no sorprendida. Solo… controlada. Demasiado controlada.

—La máquina marcó paro cardíaco. N