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Capítulo 04: Acuerdos desesperados.

⁠✧⁠✧⁠✧⁠ La noche del siguiente día. ✧⁠✧⁠✧

Aferrada con fuerza a su cartera, Rosalind miraba por la ventanilla del taxi, sus dedos temblorosos delatando su nerviosismo.

Finalmente, el vehículo se detuvo frente a un edificio.

El valet le abrió la puerta, Rosalind bajó.

La mujer rubia acomodó la falda semi larga de su vestido dorado ajustado, con un hermoso escote corazón, y su cabellera en ondas caía hasta el largo de su cintura.

Ella agradeció con un sutil gesto e ingresó al club exclusivo.

Apenas las luces doradas de los elegantes candelabros del interior la iluminaron, un hombre vestido de traje oscuro, que parecía ser del personal, se acercó.

—¿Señorita Taylor?

—Sí.

—Venga conmigo. Mi señor la espera —hizo un gesto él con su mano, rumbo a un ascensor privado del edificio.

Rosalind comenzó a sentir su corazón latiendo desenfrenado. Sus manos sudando frío ante su nerviosismo.

El espejo reflejaba su perfil tenso, con una pequeña horquilla plateada brillando entre sus ondulados mechones, un regalo de cumpleaños de su hermano menor Anthony del año anterior, con las palabras «Hermana» grabadas en su interior. Era su única fuente de valor en ese momento.

Clack~

Finalmente, las puertas dobles fueron abiertas por el hombre que la acompañaba.

Y entonces, ella lo vio.

Donovan Ainsworth. El tío de Alphonse.

Sentado en un sillón marrón de cuero, con un traje oscuro y gabardina negra. Su cabellera negra lucía perfectamente peinada hacia atrás, y sus ojos… Esos afilados ojos grises que la veían como si le leyeran hasta el alma.

Ese hombre cruzado de piernas, que destilaba imponencia y poderío, hizo un gesto con su mano, indicando un sillón a su costado izquierdo.

—Pase, señorita Taylor —su tono de voz grave le erizó la piel a la rubia, que asintió rápidamente y fue a sentarse.

—He venido por el… —las palabras de ella se interrumpieron cuando vio que un hombre se acercó de un anexo de ese elegante salón.

El hombre en cuestión, traía un maletín que abrió sobre la mesita de madera pulida frente a ella.

—Soy el abogado Roland Black. Un gusto, señorita Taylor —extendió él su mano y ella saludó por cortesía.

El abogado entregó los documentos primero a Donovan.

Ese imponente CEO, los tomó en sus manos, les dió un pequeño vistazo, y seguidamente los colocó frente a Rosalind, pasándole una pluma negra.

—Firme esto. En una hora, su hermano será trasladado a mi residencia privada, donde un equipo de expertos de primer nivel se hará cargo.

Rosalind puso su mano sobre el documento…leyó la primera línea…

¡UN ACUERDO MATRIMONIAL!

Ella no respiró por un instante. Los recuerdos la golpearon… Noches en las que veía vestidos de novia en revistas y le hablaba de sus planes de boda, a su jefe, Alphonse Ainsworth.

¡Sintió su corazón doler!, pero… Al recordar las palabras de su jefe.

Su "declaración de amor" bajo fuertes amenazas con la vida de su preciado hermanito…

Los dedos de Rosalind se detuvieron sobre las palabras contrato matrimonial, con las yemas heladas.

—Señor Donovan, ¿por qué debería confiar en usted? Alphonse también prometió ayudar a mi hermano. ¿Y qué pasó entonces? —Levantó la mirada para encontrarse con la suya, sus ojos azules aún recelosos.

Donovan enarcó una ceja, dejó su puro en el cenicero de cristal y se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Señorita Taylor, usted diseñó el póster para la "Serie de Primavera" de la galería el año pasado, ¿verdad? —preguntó de repente, con la voz menos áspera—. Tenía un fondo amarillo claro, una pequeña margarita escondida en la esquina y las palabras "La esperanza siempre reside en las grietas" debajo. Lo he visto. Es muy interesante.

Rosalind se quedó atónita. Lo había dibujado durante su hora de almuerzo el año pasado mientras ayudaba a Alphonse a organizar documentos.

Nunca esperó que lo viera.

—La ayudo por dos razones —Donovan tamborileó el acuerdo con los dedos, clavando su penetrante mirada verde en ella—. Primero, Alphonse malversó fondos del grupo e intentó usar el “matrimonio familiar” para engañar a la junta. Necesito la identidad de la “Sra. Ainsworth” para impedirle hacer algo. Eres la persona perfecta, porque has estado involucrada con él, pero no tienes antecedentes familiares, así que la junta no cuestionará tu versión.

Hizo una pausa, su mirada se posó en la mano apretada de Rosalind, su palma aún tenía la marca roja del pellizco que Alphonse le había dado el día anterior.

—Segundo, te niegas a volver a ser una de sus muchas mujeres. Eso es mucho más valiente que esas mujeres a las que solo les importa la fortuna de los Ainsworth.

El abogado le ofreció un bolígrafo a Rosalind, pero ella no lo cogió.

—Solo una condición. Este acuerdo debe incluir una cláusula: independientemente de si nuestro matrimonio continúa, el tratamiento médico de Anthony no debe interrumpirse.

Donovan miró al abogado, y Blake inmediatamente sacó un bolígrafo y escribió rápidamente en la cláusula adicional.

—Los gastos médicos de Anthony Taylor serán asumidos íntegramente por Donovan Ainsworth hasta su recuperación, independientemente de su estado civil.

Rosalind tomó el bolígrafo, con la punta suspendida sobre el papel.

Respiró hondo y firmó.

Su letra era más firme de lo habitual y la tinta se corría un poco, como si finalmente hubiera tomado una decisión.

—¿Es todo? —preguntó ella en un hilo de voz.

—Por el momento —dijo ese imponente de ojos grises. Que volvió a ver a su abogado—. Quiero en un hora, la acta matrimonial en mis manos —ordenó con firmeza.

—Así será, señor —sonrió el abogado y se marchó de inmediato.

………

⁠✧⁠✧⁠✧ Una hora más tarde. ⁠✧⁠✧⁠✧

En una elegante boutique.

Rosalind salió del vestidor… Con su rostro ligeramente colorado ante la pena que sentía, por estar… Ahí, de pie, modelando el elegante vestido de gala color champagne a ese hombre frente a ella…

¡Ese que recién se había vuelto su esposo!

—¿Qué… Qué tal se ve? —preguntó ella tratando de parecer, tranquila, y segura, pero el leve temblor en sus palabras la delataban.

Un brillo en los ojos grises de ese alto hombre se mostró por un instante. Cómo evidente sospresa ante la radiante belleza de la mujer que tenía frente a él.

—Perfecta —dijo él, mientras se acercaba a Rosalind con pasos firmes.

Era una admiración genuina y poderosa, nada que ver con la posesividad de Alphonse.

Ella sintió que su corazón quería salirse de su pecho, entre más cerca ese hombre estaba de ella. Finalmente… Se detuvo a centímetros de distancia.

Rosalind alzó la mirada, hizo contacto visual con él, pero fue solo un instante… ¡No le pudo mantener la mirada! ¡No sabía por qué él hacía todo eso!

Y… ¡Entonces ella sintió cuando él le tomó la mano izquierda!

Ella bajó su mirada de golpe hacia su dedo anular izquierdo. Y vio como ese elegante CEO, deslizaba un anillo matrimonial, uno de plata con un diamante en forma de una gota.

¡La mujer se quedó en shock!, sus ojos fijos en el anillo… Hasta que él se inclinó hacia su rostro, y su cálido aliento con olor a menta, le dio un escalofríos.

—Prepárate. Regresaremos a la antigua casa esta noche. Y haremos nuestra primera escena juntos.

………..

En el vehículo del CEO.

Rosalind iba en el asiento copiloto. Con sus manos aferradas al cinturón de seguridad con nerviosismo.

Lo vio de reojo: serio, maduro, imponente, con esa expresión de un hombre que tenía bastante experiencia en muchos temas, seguro de sí mismo.

Él tenía las manos sobre el volante. Notó la vista de Rosalind y volvió a verla de reojo…

"¡Carajo! ¡Me vió atontada viéndole!"

Pensó ella, desviando nuevamente la mirada hacia la ventanilla.

Biiip~ Biiip~

¡Justo en ese momento, el teléfono del CEO comenzó a timbrar!

Él respondió. Ella permaneció atenta, viéndolo nuevamente de reojo, pero de inmediato vio que él finalizó la llamada.

Seguidamente, él hizo otra llamada, su voz sonó dura, como si diera órdenes absolutas.

—Envíale a Alphonse una copia con la nueva información del proyecto de la empresa. Para que pueda concentrarse en su trabajo, y no me haga perder mi tiempo.

Fue la primera vez que Rosalind vio a su jefe humillado y no sintió ninguna emoción en absoluto.

El vehículo ingresó al patio principal de la imponente mansión que se erguía metros frente a ellos.

Habían automóviles lujosos, limusinas estacionadas, luces brillantes que alegraban la noche, guardaespaldas por doquier.

El CEO abrió la puerta, bajó y ajustó su elegante gabardina. Rodeó el coche y le abrió la puerta a Rosalind.

Ella lo vio inclinarse y extenderle la mano con un gesto caballeroso, que hacía tiempo recordaba, Alphonse, ya no tenía con ella.

Rosalind tomó su mano, dejándose escoltar del CEO.

—Vamos, señora. Es hora de inspeccionar el primer trofeo —dijo él, con una calma fría.

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