Margot sintió la mirada de Raymond posarse sobre ella con una intensidad que no pudo ignorar, pero no dejó que ninguna expresión delatara lo que sentía; se mantuvo seria y serena, aunque en su interior notó el peso de aquel escrutinio.

Entonces Raymond dirigió la vista hacia los empleados y, sin vacilar, declaró con autoridad.

—Mi esposa está en el hospital porque se intoxicó con pesticida.

El asombro se propagó por la cocina como un escalofrío: los rostros demostraron incredulidad y hasta Layla mostró un sobresalto evidente; todos se sorprendieron, salvo Margot, que permaneció impasible.

—¿Cómo es eso posible? ¿Intoxicada por pesticida? —cuestionó una de las empleadas.

—Voy a llegar al fondo de este asunto —estableció Raymond—, les advierto que llegaré hasta las últimas consecuencias; quiero saber qué pasó realmente, si fue un descuido o si fue intencional. No quiero que esto vuelva a ocurrir, así que si no quieren que todos sean despedidos de esta mansión, van a tener mucho más cuid