Capítulo treinta y uno: Demasiado poco, demasiado tarde
Encendí la luz y miré el rostro de mi mujer. Sabrina tenía los ojos apagados, la piel pálida como la de un fantasma. Nunca la había visto así y se me ocurrió que tal vez también ella estaba en peligro.
—¿Has sangrado mucho?
—Creo que sí, no es normal.
—¿Cómo te encuentras?
Tuve la impresión de que quiso decir algo, pero no llegó a responder. Su cuerpo temblaba como una hoja. Se veía aterrada.
—¿Crees que has perdido mucha sangre? —Yo continúe con la ronda de preguntas, al mismo tiempo que me movía de un lado para otro, coordinando lo que debía hacer.
—Demasiada para una mujer embarazada.
—Tengo que llamar a alguien —murmuré. En ese momento tenía la mente en blanco y no sabía a quién llamar. ¿Por qué no podía pensar? Era famoso por mostrarme frío bajo presión… Sin embargo, de repente me veía abrumado por un absoluto terror.
Un helicóptero. Necesitaban un helicóptero.
Tratando de salir de mi aturdimiento, tomé el teléfono pa