Jenson respondió: “Detrás del mural”.
Angeline sacó la llave de detrás del mural y caminó hacia Bebé Robbie.
Zayne gritó presa del pánico: “¿Qué estás haciendo, Angeline? ¿Vas a dejar ir a este matón?”.
Angeline miró a Bebé Robbie con ternura. No importaba lo misteriosa y aterradora que era su identidad en ese momento y cuánta sangre hubiera derramado, o cuántas cosas insidiosas hiciera Bebé Robbie, porque para ella, él siempre sería su hijo más inocente.
Angeline abrió las esposas de Bebé Robbie, levantó su mano herida y la acarició suavemente. La compasión en sus ojos reveló la tolerancia y la abnegación del amor maternal.
Bebé Robbie estaba libre, y tuvo la repentina necesidad de esbozar una sonrisa traviesa hacia Zayne.
Zayne estaba tan asustado que rápidamente saltó sobre Josephine para encontrar una sensación de seguridad. Dijo mientras temblaba: “Amiguito, seré tu esbirro más fiel a partir de ahora. Entonces... ¡Entonces, no debes intentar matarme!”.
Bebé Robbie estaba en