Antonio se burló, mirando a la mujer que tenía delante con absoluto disgusto y desprecio en los ojos. ¿Qué creía que estaba haciendo?
¿Por fin había vislumbrado lo que era ser la mujer del rey? Había visto el poder del que disponía Carmela desde que le perteneció a él y, de repente, ¿se acuerda de que eran parejas?
Hubo un tiempo en el que él la deseaba, quería saborearla y poseerla, pero ahora casi le resultaba repulsiva. La veía tal y como era en realidad, nada más que la mercancía de segunda mano de Tatum.
Le sonrió con frialdad, dejando escapar una burla suave pero mortal. Soltó la mano de Carmela para señalar a Leila.
“¿Qué te hace pensar que eres algo comparada con esta diosa?”. Sus ojos se posaron con admiración en Carmela, que sonreía de forma radiante, disfrutando cada detalle de su adulación.
“Dime, Leila, ¿por qué iba a renunciar a un regalo de la propia diosa y elegir la basura que nadie quiere?”.
Sus palabras severas atravesaron el aire y los murmullos llenaron el e