Kelvin se tensa, la boca abierta por la sorpresa, dando involuntariamente a Leila más espacio para chuparle el labio inferior. Su cuerpo entero se dispara de placer ante la suavidad de sus labios, la ternura de su beso, la piel se le pone de gallina y un millón de fuegos artificiales estallan en su corazón y él cierra los ojos, saboreándolo.
Quizás pueda tenerla, quizás pueda tener esto. Ahora que ella lo ha besado, ya no puede esquivar el tema, tendrá que reconocerla o rechazarla claramente.
Sus manos bajan lentamente por la espalda de ella hasta llegar a su cintura y la acerca vacilante, preguntándose si debería romper o profundizar el beso, cuando escucha un suave gruñido detrás de ellos y abre los ojos para ver a Tatum mirándolo fijamente.
Pero no es ira lo que ve en esos ojos grises, sino tristeza y dolor, una mirada sombría y abatida.
Es una mirada que conoce muy bien, una mirada que tuvo en sus ojos durante años cada vez que veía a Leila y Tatum juntos. El dolor de ver a alg