Timothy.
Eran las nueve de la noche y estaba nuevamente parado bajo el edificio de Lila, aunque ya estaba resignado envié un mensaje a su teléfono tal vez con la esperanza de que respondiera. No había podido dormir en días y cada vez se me hacía más difícil perdonarme por lo que le hice pasar a ella; pasaron unos minutos y como por obra divina Lila, mi mejor amiga, respondió. Aunque cauteloso por lo que podía llegar a pasar, leí el mensaje, en el que me pedía que subiera; en eso mi ceño se relajo y al fin pude soltar el aire que estaba conteniendo. Subí al quinto piso, caminé despacio hasta llegar al umbral de su puerta, respire hondo y toqué el timbre. Escuché el ruido de las llaves y tras unos segundos Lila abrió la puerta, solo dijo hola y eso fue suficiente para que entrara apresurado y la abrazara; -Lo siento Lila, realmente lo siento- sollocé como un niño pequeño, ella acarició mi espalda y me dijo que no me preocupara que también lamentaba todo, no tenía por qué decir eso cuando ella no había hecho nada. Yo tuve la culpa por no confiar en mi amiga, por no creer en ella cuando me decía que Bianca no era buena para mí.. Me calmé como pude y cuando la miré me di cuenta que ella también estaba llorando, pasé mis pulgares por su rostro para limpiarle las lágrimas y pude ver a la niña que fue mi amiga desde el kinder sufriendo por mí, como tantas veces lo había hecho; la abracé de nuevo y le dije que podía castigarme como quisiera, que yo aceptaría cualquier cosa que me pidiera, esbozó una sonrisa y ahí supe que ya estaba todo bien. Le pregunté cómo le había ido en su primer día de trabajo y me contó todos los errores que había cometido y cuál fue el castigo de su jefe, lo cual a pesar de no ser gran cosa me enojó, no podía concebir que alguien fuera tan cruel de no decirle donde estaban los archivos guardados y que por eso ella tuvo que trabajar horas extras. Mientras la conversación avanzaba me preguntó cómo seguía todo en la universidad, le conté que había denunciado a Bianca y a los amigos frente al rector por realizar bullying a los alumnos, inclusive a ella, y como los habían expulsado a varios de ellos. Quedó sorprendida por todo lo que pasó en tan poco tiempo, y también por el hecho que haya sido yo quien haya denunciado el acoso que ella sufrió todo este tiempo. Para salir del tema y que ella olvidará un poco, le ofrecí que me diera un castigo por ser tan tonto estos meses, por lo cual aunque ella negó querer imponerme uno, le dije que yo mismo me castigaba llevándola y trayéndola todos los días del trabajo. Lo cual agradezco haya aceptado, aunque como recompensa me iba a invitar a comer, una vez que cobrará su primer sueldo en la firma de abogados. Charlamos un rato más de su trabajo y de las buenas personas que había conocido, aunque seguía enfadado por el supuesto jefe que tomaba revancha por un error involuntario de Lila , después de unas horas me marche satisfecho de haber recompuesto mi amistad con ella. En unas horas más vendría a buscarla con su latte favorito de vainilla y unas donas para llevarla al trabajo, para recompensar a mi amiga por el tiempo perdido estos meses. Siendo las ocho de la mañana llegando al trabajo de Lila, la acompaño hasta la entrada del edificio, que por cierto es imponente, cuando escucho acercándose a alguien diciendo ,- pequeña rinoceronte llegas tarde- al mirar de donde provenía la voz, veo a un hombre seguido por otro hablándole de manera insolente a mi amiga; como se atreve este mediocre a hablarle así a ella, miro de reojo a Lila y veo que ha agachado la cabeza y se ruboriza apenada por lo que le dice este tipejo, por lo que asumo que es el despiadado jefe. Cierro mis manos en puños, y me paro delante de ella mientras mi semblante se va oscureciendo a medida que escucho las risas de los demás que están ingresando a dicho edificio - Tú,quién te crees para hablarle así a mi Lila?- no se de dónde salió eso de mi Lila pero ya no podía echarme atrás. Lila asustada por lo que podía llegar a pasar me agarró del brazo y me dijo que era su jefe, lo cual ya presentía y le dije que por más que fuese su jefe no tenía derecho de hablarle de esa forma. El tipejo solo reía y fruncía el ceño por mi atrevimiento, lo cual me enojaba cada vez más. - No sé quién eres tú, pero estoy hablando con el rino, no contigo- y en ese instante todo se volvió rojo y lancé un golpe que dió en la mandíbula de este. Todo quedó en silencio, y los que quedaban en la entrada murmuraban apenas perceptible lo que había pasado. Lila contuvo el aliento hasta que reaccionó y me pidió por favor que me vaya. Acepté a regañadientes ,no sin antes decirle a ese hombre que se iba a arrepentir si volvía a tratar mal a Lila.