CAPITULO 118

ARTEMISA

La maniobra se repite unas cuantas veces y la situación ya roza lo insoportable, el plug lo mueve y aunque ya no siento dolor, no es gratificante saber que algo está ahí haciéndome sentir como un animal.

Arqueo mi espalda y las muñecas me crujen en el interior de los grilletes, me muero de asco al sentir sus manos recorrer mi intimidad, acaricia ahí, mi clítoris queriendo que humedezca, pero aún no llega ese momento porque el masaje pasa a mi espalda. Siento el pulgar dejando el rastro a su paso, como si de un caracol se tratase.

Las manos llegan a mis hombros y sus codos a mis caderas, me remuevo tratando de alejarme de el, no me gusta esto, no quiero que me toque, pero mis deseos se van a la mierda, porque entre mis piernas un aliento en forma de caliente brisa que cruza, aullando, el acantilado de mis nalgas.

—Por favor Josep—ruego.

Muevo mis manos en busca de algo de contacto pero sólo cojo aire, y el primer azote en mis nalgas no lo veo venir, solo suelto un desgarrador
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