Cuando las puertas de la celda se cerraron tras de mí, el sonido resonó como un eco en mi mente, un recordatorio brutal de que mi vida había cambiado para siempre, La realidad de la prisión se instaló en mí como una sombra, Cada día, el sol se alzaba y se ocultaba, pero aquí, el tiempo parecía fluir de manera diferente, como si las horas se alargaran y los minutos se convirtieran en eternidades, Al principio, la sensación de incredulidad me invadió, ¿Cómo había llegado a este punto? La vida antes de la prisión me parecía un sueño, un recuerdo distante de risas, amor y libertad, Ahora, cada mañana al abrir los ojos, me encontraba rodeada de paredes grises y un silencio abrumador que solo se interrumpía por el ruido de los pasos de los guardias y los ecos de las discusiones de otros prisioneros
. La celda era pequeña, apenas suficiente para contener una cama de metal, un lavabo y un inodoro, Las paredes estaban pintadas de un color beige desvaído, y el aire olía a humedad y encierro, A veces, me preguntaba si alguna vez volvería a ver el cielo azul o sentir la brisa fresca en mi rostro, La vida en prisión era un constante recordatorio de mi nueva realidad: estaba atrapada en un lugar donde cada día era una lucha por mantener mi humanidad. Las primeras semanas fueron las más difíciles, La sensación de ser tratada como culpable me pesaba en el corazón, Aunque sabía que no había hecho nada malo, el sistema me había etiquetado como criminal, y esa etiqueta parecía adherirse a mi piel como un tatuaje, Las miradas de los demás prisioneros eran mezcla de curiosidad y desdén, Algunos me ignoraban, como si mi presencia no importara, mientras que otros me miraban con desconfianza, como si estuvieran evaluando qué tipo de persona era. Recuerdo una mañana en particular, cuando me senté en el patio, rodeada de otros prisioneros, El sol brillaba, pero su luz no lograba calentar el frío que sentía dentro de mí, Observaba a mis compañeras de celda, algunas con rasgos endurecidos por la vida, otras con miradas perdidas que reflejaban la resignación, La conversación era superficial, pero detrás de cada palabra había historias de traición, dolor y desilusión. Una mujer de cabello rizado y ojos intensos se me acercó, Se presentó como Ana. _ ¿Es tu primera vez aquí? _preguntó con un tono que mezclaba curiosidad y compasión, Asentí, y ella sonrió de una manera que me hizo sentir un poco más cómoda. _ No te preocupes, Al principio es duro, pero uno se acostumbra, Aquí, lo más importante es no perderse a uno mismo _Sus palabras resonaron en mí. La lucha por mantener mi identidad en medio de la deshumanización que sentía era un desafío constante, Cada día, me recordaba a mí misma que era más que la etiqueta que me habían impuesto, Era Clara, una mujer con sueños, miedos y esperanzas Sin embargo, a menudo me encontraba atrapada en la espiral de la desesperanza. Las rutinas eran monótonas, Despertar a las seis de la mañana, hacer fila para el desayuno, que consistía en una mezcla insípida de avena y pan, Después, pasábamos horas en el patio, donde el sol se convertía en un lujo y el aire fresco era un alivio temporal, A veces, me unía a las actividades, pero la mayoría de las veces me quedaba sentada en silencio, observando a los demás y reflexionando sobre mi vida antes de la prisión, Una de las cosas más difíciles fue la falta de contacto con el mundo exterior, Las visitas eran escasas, y las cartas que recibía de mi familia eran un recordatorio constante de lo que había perdido. A veces, me preguntaba cómo estaban mis amigos, si aún pensaban en mí o si mi ausencia se había convertido en una parte normal de sus vidas, La soledad se convirtió en mi compañera, y el eco de mi propia voz resonaba en la celda vacía, Las noches eran las más difíciles, La oscuridad se cernía sobre mí como una manta pesada, y el silencio se convertía en un grito ensordecedor, A menudo, me despertaba de un sueño agitado, el corazón latiendo con fuerza, sintiendo que el mundo que conocía se desvanecía, En esos momentos, me aferraba a la idea de que algún día recuperaría mi libertad, A medida que pasaban los días, comencé a observar los pequeños detalles: el sonido del agua corriendo, el murmullo de las conversaciones distantes, el olor de la comida que se cocinaba en la cocina. Estos detalles, que antes pasaban desapercibidos, ahora se convirtieron en anclas que me mantenían conectada a la realidad, La vida en prisión era un ejercicio de supervivencia, y cada pequeño momento de belleza se convirtió en un refugio, Ana y yo nos hicimos amigas, Compartíamos historias, risas y, a veces, lágrimas, Ella había estado en prisión durante más tiempo del que podía recordar, y su fortaleza me inspiraba. _ La vida aquí es dura, pero hay que encontrar la manera de sobrevivir _me decía. _Cada día es una batalla, pero no puedes dejar que te rompan _Su apoyo se convirtió en un bálsamo para mi alma herida. Juntas, empezamos a formar un pequeño grupo con otras prisioneras, compartiendo nuestras historias y creando un espacio de apoyo mutuo, A veces, organizábamos actividades: juegos de cartas, charlas sobre libros o simplemente momentos de silencio compartido, En medio de la brutalidad del entorno, encontré consuelo en la camaradería, Sin embargo, la sombra de la culpa seguía acechándome, Las acusaciones que pesaban sobre mí eran un recordatorio constante de que, a pesar de mi inocencia, el mundo me veía como culpable. Las miradas de los guardias eran frías y despectivas, y sentía que cada movimiento que hacía era observado y juzgado, La desconfianza se había convertido en un velo que cubría mis interacciones, Una tarde, mientras caminaba por el patio, me encontré con un grupo de prisioneros que hablaban en voz baja, Susurros de planes, de rebeliones y de esperanzas de libertad, Me acerqué, y uno de ellos, un hombre de mirada intensa, me miró y dijo: _ Aquí, todos somos inocentes, Pero eso no importa, Lo que importa es sobrevivir _Sus palabras me hicieron reflexionar, ¿Qué significa realmente ser inocente en un lugar donde la verdad se distorsiona? A medida que me sumergía en la vida en prisión, comencé a notar patrones. Las prisioneras se agrupaban según sus historias; había aquellas que habían sido traicionadas, las que habían sido víctimas de circunstancias desafortunadas y las que, como yo, luchaban por recuperar su identidad, Cada una de nosotras llevaba cicatrices invisibles, pero también una resiliencia increíble, El tiempo pasó, y con él, mi perspectiva comenzó a cambiar, Aprendí a encontrar momentos de paz en medio del caos, Empecé a practicar la meditación, incluso en la celda pequeña, Cerraba los ojos y me imaginaba en un lugar diferente, un lugar donde la libertad era una realidad, Con cada respiración, me sentía más fuerte. A veces, compartía mis prácticas con Ana, y juntas encontrábamos un poco de calma en la tormenta. Las visitas de mi familia llegaron a ser un rayo de esperanza en medio de la oscuridad Cuando mi madre vino a verme por primera vez, su rostro se iluminó al verme, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente al notar las sombras en mis ojos. _ Clara, estoy aquí por ti_ me dijo, y la calidez de su voz fue un bálsamo en mi corazón, Hablamos de todo, de los recuerdos que compartimos, de los sueños que aún albergaba, Sin embargo, cada visita también traía una carga.