La quietud que siguió al colapso de la mansión fue tan absoluta que Valeria no podía comprender si aún estaba consciente o si había cruzado finalmente el umbral entre los mundos. El vacío a su alrededor era profundo, casi insoportable, y sin embargo, una extraña calma la envolvía. Como si ya no perteneciera a ningún lugar, pero a la vez, como si en su ser comenzara a formarse algo nuevo, algo distinto.
El portal había quedado atrás, destruido por su propia decisión. Pero el precio de esa decisión ya no podía deshacerse. ¿Había sido un sacrificio? ¿Había liberado algo más que no entendía? Y si todo se había destruido, ¿por qué sentía ahora la presencia de algo más dentro de ella, algo que no podía ver pero sí sentir?
Valeria intentó mover sus manos, pero no era como antes. El cuerpo que conocía ya no era completamente suyo. La energía que había absorbido, la que el libro le había otorgado, fluía por su interior, alterando su misma naturaleza. Algo de esa dimensión rota seguía en ella,