La llamada llegó pasada la medianoche.
Alexandre estaba aún en su oficina. No dormía desde hacía dos días.
Valeria se había quedado con él, sentada en silencio, como un ancla.
El teléfono vibró.
—Es la auditora jefe —dijo Gabriel desde la puerta—. Quiere hablar contigo… ahora.
Alexandre atendió.
—Dígame.
La voz al otro lado fue directa, sin rodeos.
—Señor Morel, hemos encontrado transferencias cruzadas y contratos inflados durante los últimos tres años.
—Hizo una pausa—. No son suyos.
Alexandre cerró los ojos.
—¿Laura?
—Laura y dos miembros del Comité —confirmó—. Usaron su nombre como cobertura. Usted firmaba… pero los informes que recibía estaban manipulados.
El silencio se volvió espeso.
—¿Eso qué significa? —preguntó Alexandre, controlado.
—Que intentaron convertirlo en el responsable perfecto —respondió la auditora—. Y cuando usted dejó de ser manejable… activaron el plan de contención. Valeria fue solo el detonante.
Gabriel apretó los puños.
Valeria sintió un escalofrío.
—¿Qué va