Silver se quedó quieta sintiendo su mejilla palpitar dolorosamente. El único sonido que se oía era la del agua caer y la respiración de ambos.
Con la mano temblorosa tocó la piel que ya se volvía roja y seguramente, más tarde, hinchada. El sabor metálico de su propia sangre rozaba sus papilas gustativas como recordatorio de lo que acababa de ocurrir.
-Sal- dijo entre dientes sin mirarlo.
-Silver, cariño- Hans levantó la mano para tocarla.
Ella levantó antes la suya y puso en su cuello el borde de la navaja de afeitar.
-Sal- volvió a repetir y no le importó que el filo dejara una leve línea roja.
El beta solo cerró los ojos un minuto y se dio media vuelta.
-Dejaré que tu mente se calme y después hablamos, tienes mucho que explicarme- salió dando un portazo a la puerta del baño.
Silver apagó