Después de limpiar a Liam con delicadeza y cuidado, su chico ni siquiera había despertado. Ahora lo acurrucaba en sus brazos, sintiendo cómo su respiración era plácida y tranquila, pero por alguna razón, él no podía conciliar el sueño. Tenía tantas cosas rondando en su mente; lamentaba haber presionado a Liam para que respondiera la llamada de su padre, lo que había causado esta crisis de ansiedad. Esto lo llevaba a otra de sus más claras preocupaciones: la condición médica y mental de Liam. Tenía que saber exactamente qué era lo que sucedía para poder ayudarlo y cuidarlo.
El teléfono de Liam volvió a vibrar en la mesa de noche, emitiendo luces y zumbidos que lo sacaron de sus pensamientos. No quería que Liam se despertara hasta que descansara bien; tenía un viaje temprano y mucho trabajo el resto de la semana, y necesitaba descansar. David vio que era ED quien llamaba, así que decidió tomar la llamada en caso de que fuera realmente importante.
—¿Dónde diablos estás? —preguntó ED sin