Capítulo 8 - Acepto el trabajo

Escuché la mitad de la eucaristía, una vez terminó, rodeé la iglesia e ingresé por la casa cural, toqué a la puerta. En el jardín se encontraba el esposo de la señora que trabajaba para el padre Castro, si no estaba mal se llamaba Mila. —No tomé un taxi para llegar hasta aquí, preferí caminar todas esas cuadras… lo necesitaba—, de mi cabeza no sacaba la extraña conversación con Deacon. —toqué la puerta y esa amable señora sonrió al verme.

—Joven David, ya le llamo al padre. —esperé en la sala.

—¡Qué gusto es verte, muchacho!, —me levanté a saludarlo—. Sabes que hoy es mi día maratón de la semana. Mientras almorzamos platiquemos.

—No era necesario, pero no despreciaré nunca un plato de comida casero.

—Y menos los manjares de Mila. ¿Qué día llegaste?

—El jueves en la noche, el viernes pasé trabajando, ayer fue el cumpleaños de Fernanda, hoy me regreso a Jamaica, la obra va a mitad, espero entregar pronto y que nuestra decoradora haga su magia.

—¿Y pasaste por mi casa solo para saludarme
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