Capítulo 40 - El autor intelectual

La vi partir, y me quedé con este sin sabor de tenerla a si sean por unos segundos entre mis brazos, debía agradecerle a Fernanda su intervención cuando se abalanzó sobre mí. No aparté la mirada de Blanca hasta que el carro de los Katsaros desapareció de mi vista.

—No fue nada, —le di un beso en la frente—. Se les notó demasiado el anhelo que se tienen el uno al otro.

—No digas eso. He ocultado muy bien mis sentimientos.

—Pero a las brujas conocedoras del amor, no nos pueden mentir, eviten estar solos, cerca, juntos.

—Fernanda…

—David, tú eres gasolina y ella una cerilla. El día en… se escuchará feo, pero una vez Deacon muera, solo será cuestión de tiempo para que en ustedes enciendan la hoguera, —no dije nada—. Evita quedarte cerca, tú no mereces ser el segundo de una mujer, Deacon no merece una infidelidad y Blanca no se sentirá bien si por algún momento de locura el cuerpo le gana a la sensatez. Así que la solución de ustedes es estar lo más lejos posible o con metiches alrededor.

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