--- Héctor Plourde ---
En México pocos sabían de mi vida en el extranjero, solo sabían que venía de Nueva York y que tenía una hija. Cuando Franklin murió, me dolió, él fue un gran hombre, me acogió cuando no tenía nada, el juez Monroy me lo presentó.
Debo reconocer que, gracias a su recomendación y presentación, Franklin me acogió como uno de los suyos, de apoco me fue introduciendo a su mundo. El hombre era un magnate en la industria minera, tenía todo el dinero del mundo y un corazón de oro; lamentablemente ese corazón, lo hacía confiar de más.
El supuesto abogado y mano derecha de Franklin le había estado robando por años, cuando me di cuenta, inmediatamente se lo notifique al hombre, él me sorprendió, ya que, sin miramientos, mandó a investigar y, efectivamente, el mismo lo confirmo.
Luego de ello, las cosas cambiaron de tono, Franklin me firmó un poder, ahora yo era su abogado y su mano derecha. Se me formó un nudo en la garganta cuando lo recuerdo, el hombre me acogió como un hi