María despertó lentamente. Estaba en un lugar desconocido, una villa al otro lado de la ciudad. No tenía idea de cómo había llegado allí; parecía que había sido raptada.
Pero ¿por qué? Su familia no tenía ningún estatus especial en esa ciudad ni eran adinerados.
Pronto, un hombre ingresó a la habitación, un completo desconocido para María.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué me han traído aquí? —preguntó con desconcierto.
—No se preocupe, señorita Rodríguez. Mi jefe solo desea tenerla como invitada durante un breve período. No tenemos intenciones de hacerle daño —le explicó el anciano.
¿No querían causarle daño? ¿Por qué debería creer en sus palabras? Aun así, María decidió no discutir con ese hombre, quien aún mostraba un mínimo de respeto. No quería provocar una situación desagradable en ese momento.
—¿Puede al menos decirme por qué he sido invitada aquí?
El anciano parecía reacio a dar una respuesta directa.
—Siéntase como en casa. Pronto podrá marcharse.
Dejó una bandeja con comida y b