A Oscar se le iluminó el rostro de concupiscencia por su proximidad con Sofía, la impresión engreída de Sofía iba desapareciendo poco a poco en su mente. Le rodeó los hombros con un brazo:
—¿Qué te parece si hacemos? —Deslizó suavemente un dedo por su brazo mientras hablaba, con una sonrisa que se volvió lasciva.
Al segundo siguiente, Sofía le retorció el brazo y le apretó contra el sofá.
—¡Pero que carajos! — Oscar aulló
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Luna? —gruñó Sofía.
—No pongas a prueba mi paciencia, Sofía López—resopló Óscar, avergonzado por la facilidad con la que se le había maltratado.
Sofía se rio y le soltó, sentándose en el asiento de enfrente:
—Creía que te gustaba Juliana.
—Eso no tiene nada que ver con que quiera también hacer el amor contigo.
Juliana sólo sería más feliz si lo hiciera.
—Puedo ayudarte a casarte con ella, ¿sabes? —Sofía no perdió el tiempo alargando más las cosas.
Oscar se quedó boquiabierto. No se lo esperaba.
—¿Puedes...? ¿Ayudar a casarme